Disco recomendado del mes
“El final de las primaveras”
de Valle de Muñecas
Valle de Muñecas entregó a fines del año pasado “El final de las primaveras”, su mejor disco hasta ahora. Un puñado de canciones hermosas y crudas, en un disco sin fisuras.
Valle de Muñecas se formó en 2003, buscando dejar atrás otros proyectos de los que sus músicos formaron parte durante la década del ’90, como Menos Que Cero y Martes Menta. Los primeros discos, “Días De Suerte” (2005) y “Folk” (2007), sirvieron para comenzar a definir la personalidad del grupo y trazar un punto y aparte de lo que habían significado aquellas agrupaciones. El tercer álbum, “La autopista corre del océano hasta el amanecer”, de 2011, ya demostró una identidad propia en gestación, que este nuevo trabajo acentúa y redondea.
“El final de las primaveras” es el cuarto disco de la banda. Cuatro también son sus integrantes: Mariano “Manza” Esain (Guitarra, voz, teclados), Luciano “Lulo” Esain (Batería, coros), Mariano López (Bajo) y Fernando M. Blanco (guitarras).
Las vetas artísticas de los músicos no se limitan a este grupo, pues Lulo también es baterista en otra banda-joya del under nacional, Acorazado Potemkin. Fernando, por su parte, dirigió el documental sobre la banda indie Suárez, “Entre dos luces”, estrenado hace algunos meses. 
El historial del líder del grupo es abrumador: “Manza” fue tecladista de Martes Menta, líder de Menos Que Cero, un tercio de la recordada unión folk Flopa Manza Minimal y hoy, al frente de Valle de Muñecas, se erige como uno de los cantautores de rock más lúcidos de su generación. El disco es la prueba más clara de ello. Además del cuarteto, colabora Juan Stewart con teclados en “1000 kilómetros”, “Las cosas perdidas”, “Insomnio” y “El final de las primaveras”.
En el ámbito sonoro, el grupo demuestra un crecimiento en el tratado que le da a sus canciones, pero el gran fuerte de este álbum son las letras. Sin duda más cruda que la de los trabajos anteriores, la lírica de “El final…” evidencia un refinamiento que convierte al disco en una especie de obra maestra del desamor y la ausencia. Pero atención, Manza Esain es tan inteligente que no transforma esos sentimientos en un lamento continuo, sino que expectora sus desencantos a través de rocanroles a su modo viscerales y bien producidos.
El uso de la primera persona del singular en “Reinvención” (‘La calma me desorienta si muta en un silencio atroz’) o en “Las espadas del sol” (‘Y ya no sé ni contar todo lo que dejé ir cuando dije, finalmente, hasta luego’) se mezclan en el álbum con pasajes de poesía pura (‘Rotos los espejos de buscar un cielo perfecto’, extracto de la Calamarezca “Las cosas perdidas”) y descripciones gráficas (‘La luz de la ciudad se va quedando atrás. Se empaña el parabrisas cuando susurras’, de “1000 kilómetros”).
Un disco pasional y personal, de cierto modo íntimo, pero con la amplitud necesaria para generar empatía desde la primera escucha. “El final de las primaveras” habla de los sentimientos inherentes al ser humano: las tristezas, las alegrías, los encuentros y las pérdidas. Grandes textos acompañados musicalmente con maestría y oficio.
“¿Y qué más da perder el encanto?” problematizaba “Manza” Esain en “Trampas”, incluido en el LP homónimo de Flopa Manza Minimal, editado antes de que naciera Valle de Muñecas. Trece años han pasado desde aquella pregunta, y el encanto, afortunadamente, no se ha perdido ni un poco. Por el contrario, en estos años nos han entregado –con frecuencia más bien pausada, es cierto, pero la espera siempre ha valido la pena- un puñado de discos para atesorar.
by Agustín Piermattei
@guspiermattei
Podes descargar el disco gratis desde el bandcamp del grupo (y luego comprarlo así colaboras)
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