Ozzy en Obras: ¿Adiós a las giras?

En lo que quizás haya sido su última visita (¿por un tiempo?) a Buenos Aires, Ozzy Osbourne mostró a través de clásicos de todos los tiempos por qué se lo llama «el príncipe de las tinieblas» frente a un Estadio Obras repleto.

 

 

Unos ocho mil privilegiados comenzaron a apostarse en el «Templo del Rock» desde bastante temprano, mientras el sol del otoño daba un poco de calor a un día particularmente gris. Personas de todos los rincones del continente se acercaron a ver a Ozzy una vez más como solista y nuevamente acompañado por Zakk Wylde, quizás su ladero más importante en las seis cuerdas después del virtuosísimo Randy Rhoads.

Malón ya había calentado motores y dejado a todos esperando más que pacientemente la vuelta al país del primer y último cantante de la riquísima historia de Black Sabbath.

Cerca de las nueve de la noche las luces se apagaron. Las pantallas pasaban rápidamente imágenes de John Michael Osbourne de purrete, pasando por sus años de ladrón de poca monta y de cofundador del heavy metal junto a Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward hasta llegar a su etapa como solista: los excesos, el recuerdo de Randy, el incidente con el murciélago, todo mientras  pedazos de sus canciones, un tren a toda marcha y “O Fortuna” (Carmina Burana) se iban mezclando hasta que el escenario se iluminó y Ozzy salió a escena.

Con sus dotes de gran showman salió con «Bark at the Moon» junto a Zakk, Rob Nicholson en bajo, Adam Wakeman en teclados y Tommy Clufetos tras los bombos, todos dispuestos a dar un show que quedaría para el recuerdo.

Con el público local alentando como lo viene haciendo siempre, Ozzy pudo jugar con ellos en todo momento ya sea con cantitos, algunas coreos improvisadas, haciéndose el ofendido diciendo que no los escuchaba o simplemente observando y disfrutando del show aparte que se estaba dando del otro lado del escenario.

La lista fue a lo seguro y estuvo repleta de caballitos de batalla: «Mr. Crowley«, «I Don’t Know«, «Suicide Solution» y «Fairies Wear Boots» (Black Sabbath) fueron tan solo algunos de los que fueron pasando durante la primera mitad de la noche, mientras podíamos disfrutar de una formación sólida y precisa y de un Ozzy que, sacando algunos instantes de malhumor debido al retorno, se lo vio en un muy buen estado físico (aunque con una panza que crece año a año) y sobretodo vocal, donde por momentos dejó a un lado el prompter para seguir cantando completamente libre.

Por supuesto que sus músicos hicieron un show aparte cuando al «Madman» le tocó descansar: Tommy Clufetos se despachó con uno de sus monstruosos solos de batería y el resto del grupo aprovechó para mostrar algunos instrumentales de otras grandes canciones (como «Perry Mason» y «Miracle Man«), al mismo tiempo que Zakk bajaba lentamente del escenario para quedar a escasos centímetros de los fanáticos que, absortos, contemplaban el show aparte del barbudo.

Volvió Osbourne a escena y hubo tiempo para disfrutar de más, ya sea clásicos ochentosos (léase “Shot in the Dark”) o de principios de los 90 (“No More Tears”), baladas con encendedores al aire (con “Mama I’m Coming Home”, en la cual durante la previa dejó la puerta abierta a un posible regreso del grupo al país) o más de Black Sabbath (con una brutal versión de “War Pigs”) mientras lanzaba baldazos de agua helada a la gente.

Luego de otra pausa, en la cual el frontman siguió pidiendo que la gente hiciera lío (Papa Francisco dixit) se fueron despidiendo poco a poco no sin antes entonar dos himnos que signaron su vida y obra: Crazy Train y Paranoid, para definitivamente decirle ¿hasta luego? a la ciudad de Buenos Aires.

Si querés disfrutar más podés escuchar el podcast de la cobertura del show de Ozzy acá:

by Lucas Boltrino

Contacto: lucas@musicasincomprimir.com.ar

 

 

 

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